SOLOS
( I )
Hay pocos espectáculos comparables al de la observación nocturna de un cielo lleno de estrellas. Sumidos en el silencio y envueltos en la oscuridad de la noche, sentimos una emoción interior inevitable de resistir. Todos aquellos que hayan realizado esta práctica saben, seguramente, de lo que hablo. No es necesario ser un estudioso del cielo, tener un telescopio, solo es necesario poseer la inquietud que origina ese acto de contemplación. Y es con nuestra mirada perdida en esa inmensa bóveda cósmica, cuando nos formulamos una pregunta: ¿Estamos SOLOS?
Una pregunta que hasta la fecha, hablando en términos oficiales, no tiene una respuesta concluyente. Desconociendo aún muchos de los misterios que este planeta guarda en sus océanos, en las profundidades de la Tierra, en sus montañas, nos atrae el espacio exterior. En un mundo que posee 7.502.560.981 de habitantes, en el cual parte de ellos viven en sociedades estructuradas y tecnológicas, rodeados de millones de imágenes, sonidos, luces, etc. Insistimos en alzar la vista al cosmos preguntándonos si existen otras vidas, otros mundos, otros seres. ¿Se trata de un interés científico? ¿De una simple curiosidad? ¿O tal vez haya una razón más trascendental para ello?
Hay una teoría científica denominada Panspermia y según ella, la VIDA, pudo originarse en algún lugar del Universo y ésta llegase a la Tierra en los restos de cometas y meteoritos, propagándose por el Cosmos mediante bacterias o mediante moléculas orgánicas complejas. En ambos casos, si lo imaginamos gráficamente, sería similar a la imagen de los espermatozoides, representada por los cometas, fecundando el óvulo, la Tierra, haciendo posible la vida, por lo que la existencia podría estar extendiéndose en otros lugares del Universo. Quizás, de ser cierta esta hipótesis, la insistencia a nuestra pregunta, esté causada por este hecho, y de alguna manera, nos sintamos extraños en este planeta.
A pesar de que el hombre ha tenido esa inquietud, desde épocas anteriores, no siempre se ha planteado de la misma forma esta cuestión. En el transcurso de la historia y con la suma de muchos factores de índoles diversas, la pregunta estuvo, al igual que actualmente está, influenciada por el contexto cultural, político y religioso de la época.
En la antigüedad, el conocimiento estaba en posesión de una élite dominante. Estas élites, constituyeron sociedades con la firme convicción de que el hombre era el centro del Universo (geocentrismo). Todo aquello que no se ajustaba a lo impuesto por ellos, representaba la oscuridad, estaba prohibido y era pecaminoso. El pueblo, constituido por la mayoría de los ciudadanos, carentes de cultura y sometidos a estas doctrinas, no cuestionaba nada. La única prioridad de aquellas sociedades era poder cubrir sus necesidades más básicas y sobrevivir. No lo «precisaban» en aquellas circunstancias.
Fue en el siglo XVI, cuando un científico polaco-prusiano de nombre: Nicolás Copérnico (1473-1543), expuso la teoría heliocéntrica. En esta teoría, entre otras ideas que se exponían, se descartaba la idea de que la tierra fuera el centro del universo. Sin embargo, tenemos que retrotraernos en el tiempo para indicar que la teoría heliocéntrica fue concebida por primera vez por Aristarco de Samos (310-230 a. C.). En los escritos de filósofos griegos, especialmente los pitagóricos y de Heráclides Póntico, se recogían estudios sobre el movimiento terrestre donde se apoyaba dicha teoría. Todos estos estudios, fueron recolectados por Copérnico, formando el eje principal de su hipótesis, estructurándola de forma coherente y dotándolos de mayor rigor científico.
Pero hay dos acontecimientos que los historiadores han marcado como el nacimiento de la astronomía moderna, el primero de ellos y más conocido lo protagoniza: Galileo Galilei (1564-1642), astrónomo, filósofo, ingeniero, matemático y físico italiano, irrumpe con la construcción de su primer telescopio, mejorando el existente en Holanda, ya que al parecer deformaba los objetos que veía. Galileo continuó desarrollando su telescopio, favoreciendo la observación y el estudio de la Luna.

Entre diciembre de 1609 y enero de 1610, realizó con su telescopio las primeras observaciones. Descubre cúmulos de estrellas, observa los anillos de Saturno, descubre los satélites de Júpiter, observa las manchas solares. Con Galileo, se inicia las observaciones telescópicas, desempeñando un papel significativo en aquella época y en los tiempos venideros, para provocar un debate entre el público culto de la época, sobre la ideología de una Tierra como centro de todo.
El segundo, no tan conocido pero de vital importancia, es el que corresponde a Johannes Kepler (1571-1630), astrónomo, matemático y teólogo alemán seguidor de Copérnico. Kepler realiza la descripción matemática del movimiento de los planetas en sus órbitas alrededor del Sol en un tratado que publicó con el título de: Astronomia Nova (Nueva Astronomía) en 1609, conociéndose como las leyes de Kepler. Fue una figura clave en la revolución científica, considerado como uno de los padres de la astronomía moderna.
En 1656 Christiaan Huygens, matemático, físico y astrónomo holandés, descubre Titán, la primera luna de Saturno. En 1659 descubre que Saturno está rodeado por anillos, despejando una incógnita planteada de más medio siglo en los círculos astronómicos.
En 1667 se construye en París el primer Observatorio astronómico «moderno» por Luis XIV con el objetivo de profundizar en el estudio sobre el Universo.
En 1675 Carlos II funda el Observatorio de Greenwich. El fin de dicho Observatorio era de mejorar las técnicas de navegación, tratando de determinar mediante métodos astronómicos la longitud geográfica de un barco en el mar.
Isaac Newton, científico británico, descubridor de la ley de gravitación universal, presenta en 1672 ante la Royal Society de Londres el primer telescopio reflector, evitando la aberración cromática que se producía en los telescopios anteriores y alcanzando un mayor campo de visión, beneficiando el estudio de los astros.

Charles Messier, astrónomo francés dedicado a la búsqueda de cometas, confecciona una lista de objetos astronómicos entre 1774 y 1781 titulada formalmente como: «Catalogue des Nébuleuses et des amas d’Étoiles, que l’on découvre parmi les Étoiles fixes sur l’horizon de Paris«(Catálogo de Nebulosas y Cúmulos de Estrellas que se observan entre las estrellas fijas sobre el horizonte de París), más conocido como el Catálogo Messier. La finalidad de este catálogo era evitar confusiones, con otros astros, en su búsqueda de cometas. Un catálogo que sigue vigente actualmente.
El 13 de marzo de 1781, una noticia impactó en la opinión pública, el hallazgo de un nuevo planeta: Urano, que sería el séptimo planeta descubierto hasta la fecha. Friedrich Wilhelm Herschel, el músico astrónomo germano-británico, fue su descubridor.
El 23 de septiembre de 1846, Johann Gottfried Galle, astrónomo alemán, localiza el octavo planeta del sistema solar: Neptuno.
William Huggins (1824/1910), astrónomo y físico británico, construyó un observatorio privado al sur de Londres en el que se dedica a la observación de líneas de absorción y de emisión espectrales de los cuerpos celestes. El resultado de dicho estudio fue poder distinguir entre una nebulosa y una galaxia.
Acorde con los descubrimientos producidos, un mensaje comenzó a extenderse en las sociedades, no todo lo que brilla en el cielo es una estrella. Existían nebulosas, cometas, galaxias y otros planetas. Entonces, ¿por qué no pensar que esos planetas pudieran estar habitados? El conocimiento que paulatinamente se fue introduciendo y difundiendo en aquella época, agitó e influyó en el pensamiento popular sobre dichas cuestiones. Nuevas formas de concebir lo que nos envolvía se iban fraguando. Al igual que surgieron nuevas creencias, un enfoque distinto a las cuestiones sobre nuestra procedencia se iba planteando.
En el campo literario, una novela: De la Tierra a la Luna (título original: De la Terre à la Lune Trajet direct en 97 heures) publicada en 1865, desataría la imaginación colectiva y abriría la esperanza para el hombre de viajar al espacio rumbo a su satélite; la Luna. Su autor, un francés llamado Jules Gabriel Verne, más conocido en España por Julio Verne y considerado como uno de los precursores de la ciencia ficción, crearía un binomio perfecto entre lo fantástico y lo científico.
En 1877 Giovanni Virginio Schiaparelli, astrónomo italiano, «descubrió» en sus observaciones telescópicas de Marte, algo parecido a canales en su superficie, atribuyéndole su construcción a una especie inteligente que habitaba en el planeta: Los marcianos.
Continuando las observaciones realizadas por Schiaparelli, Percival Lowell, un rico inversor, aficionado a la astronomía y defensor de la existencia de canales en Marte, construyó, en 1894, un observatorio en Flagstaff (Arizona), activo en la actualidad, destinado a la observación de la superficie de Marte. Durante varios años, efectuó multitud de esquemas de su superficie. De sus observaciones elaboraría una serie de teorías que fueron expuestas en tres obras: Mars – Marte – (1895), Mars and Its Canals – Marte y sus Canales – (1906) y Mars As the Abode of Life – Marte como la morada de la Vida – (1908). Lowell nunca pudo probar la existencia de dichos canales. Desacreditado por los científicos, a pesar de que su hipótesis fue popularmente aceptada, dedicó sus últimos años de vida a otra empresa, a la búsqueda del hipotético planeta X, más allá de la órbita de Neptuno.
Entremedio de todo este debate, surge otra obra que macará a toda una sociedad: The War of the Worlds – La Guerra de los Mundos -. Publicada en 1898, por Heribert George Wells (H.G. Wells), escritor y filósofo británico. El argumento que hoy nos parecería simplón, está escrito con el característico estilo realista que Wells dotaba a sus obras, aunque fueran de ficción, trasladando a sus lectores una historia admisible. En ella, introduce la creencia en la existencia de seres extraterrestres procedentes del planeta Marte y con la intención de invadir y colonizar nuestro planeta de forma brutal y aniquiladora, a bordo de naves espaciales y provistas de un rayo láser. La obra se convierte en un éxito instantáneo experimentando una difusión sorprendente. Todo un éxito en el contexto de un siglo muy prolífico en descubrimientos tecnológicos y habiéndose consolidado la revolución industrial en aquellas naciones más desarrolladas. Una época, por otra parte, marcada también por las desigualdades sociales y carentes de justicia social, una sociedad deseosa de evadirse de sus problemas a través del medio existente: Las novelas de ficción.
A modo de curiosidad, decir que hay puntos en esta novela que podrían considerarse premonitorios. Quien la haya leído me entenderá. Me estoy refiriendo por ejemplo a las descripciones imaginarias de naves espaciales, la utilización del rayo láser, una posible «guerra química» e incluso algo parecido a una ayuda a nivel internacional ante desastres en gran escala. Algo impensable en aquella época.
En 1901, H. G. Wells publica The First Men in the Moon (Los primeros hombres en la Luna), donde aparece el gentilicio de «selenitas» para definir a los ficticios habitantes de la Luna. Esta ficción originó que nuestro satélite, en aquel período, se convirtiera una vez más a lo largo de la historia, en objeto de debate constante, llegándose afirmar haber observado «selenitas» en su superficie.
En 1912, Edgar Rice Burroughs, escribe una serie de novelas de ciencia ficción sobre los supuestos habitantes de Marte, en la revista All-Story. La primera de esta serie de novelas marcianas es: Under the Moons of Mars – Bajo las lunas de Marte – que luego sería conocida como: A princess of Mars – Una princesa de Marte -, donde aparece el famoso personaje ficticio de John Carter y protagonista de toda su Serie Marciana. Esta primera obra le llevó a la fama. El autor nos lleva recorrer Marte, creando en él, un mundo ficticio dotándole de estructuras sociales propias, fauna, flora, canales, etc., un planeta Marte idealizado por Percival Lowell.


En 1915, Albert Einstein enunció la Teoría de la Relatividad General, sustituyendo a la de Newton, lo que causó una visión revolucionaria del Universo. Calificado el científico más conocido del siglo XX, también es considerado por algunos como el padre de la bomba atómica.
En 1925, el astrónomo norteamericano Edwin Hubble manifestó que el Universo era mucho mayor de lo que se creía en aquel tiempo y de que existían galaxias independientes de la nuestra. Continuando con el estudio, al medir las velocidades de tales galaxias y comparándolas con sus distancias concluyó que todas ellas se alejaban entre sí – la expansión del Universo – A esta evidencia observacional se le denominó: La ley de Hubble. Acababa de poner los principios de la teoría del Big Bang.
En 1930, Clyde Tombaugh, uno de los astrónomos que trabajaba para Lowell en el observatorio, catorce años después de la muerte de Lowell, descubre el planeta X. El nuevo planeta fue denominado: Plutón, dios romano del inframundo, curiosamente las iniciales PL coincidían con las de Percival Lowell, lo que supuso un punto a favor para seleccionar dicho nombre. Pero en el año 2006, aprobado por la Unión Astronómica Internacional, Plutón, dejó de ser considerado un planeta.
En 1931, Karl Jansky físico e ingeniero de telecomunicaciones, investigando el uso de ondas cortas, descubre ondas de radio que procedían de la Vía Láctea. Con este descubrimiento nace la radioastronomía.
Después de la Segunda Guerra Mundial, en Europa y los Estados Unidos, el campo de la radioastronomía comenzaría a progresar desarrollándose sustanciales mejoras, ampliándose el conocimiento astronómico con el descubrimiento de nuevos objetos como púlsares, quásares y de galaxias activas.
George Gamow, físico y astrónomo ucraniano introduce la teoría del Big Bang en 1948.
Ray Douglas Bradbury, conocido principalmente por su obra: The Martian Chronicles (1950) – Crónicas marcianas -, popularizaría una vez más al planeta Marte. En su novela, se describen las primeras expediciones realizadas por la humanidad a Marte y su posterior colonización.

El planeta Marte, por sus características y cercanía, se convirtió en el candidato ideal de albergar vida. Un planeta enigmático que fue utilizado por literatos de la época, como los referenciados anteriormente, de forma inspiradora para narrarnos historias de alienígenas.
Arthur Charles Clarke, escritor y científico británico, considerado uno de los grandes maestros de la ciencia ficción, en 1968 irrumpe con su novela 2001: A Space Odyssey (2001: Una Odisea del Espacio), y que sirvió de base para una película con el mismo título, dirigida y producida por Stanley Kubrick. Con los años, se convertiría en una obra de culto. En esta, se introduce una perspectiva distinta al origen de nuestra existencia y evolución. No continúo por si alguien no ha leído la novela o visionado la película, pero hay más mensajes en la obra por descubrir.

Otra figura importante en el terreno científico y divulgativo del mismo, fue Carl Edward Sagan. Astrónomo, astrofísico, cosmólogo y pionero de la exobiología, también promotor del proyecto SETI. Pero para la mayoría, sería recordado por una de las más famosas series documentales realizadas para la televisión en 1980: Cosmos (Un viaje personal). Sagan, consiguió acercar a un público mayoritario la historia de la ciencia y de la astronomía, con esta serie de 13 episodios, como solo él era capaz de hacer, con un lenguaje comprensible para todos los públicos, nos llevaba a bordo de una imaginaria nave espacial, a recorrer un Universo plagado de maravillas naturales y de enigmas pendientes de resolver, siempre desde el punto de vista científico.
Una generación quedaría marcada por esta serie, introduciendo en esta, una conciencia algo más aperturista sobre la teoría de la vida. Quizás, estamos ubicados accidentalmente en un lugar privilegiado para el desarrollo de la vida, según nuestro concepto de la misma, pero igualmente este accidente se podría haber producido en otras partes de este Universo al que pertenecemos, originándose la vida en otros planetas más lejano al nuestro.
Gregory Benford, físico y escritor de ciencia ficción (EE.UU.), en 1980 publica su novela: Cronopaisaje, en ella se trata sobre el viaje a través del tiempo, emitiendo un mensaje por medio de los taquiones (partículas hipotéticas capaz de moverse a velocidades superlumínicas) hacia el pasado, para evitar un gran desastre ecológico en el futuro.

En 1988 se publica un libro: Breve historia o Historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros. Su autor, Stephen Hawking, un físico teórico, astrofísico, cosmólogo y divulgador británico, nos da una visión generalista en su obra sobre el Big Bang, los agujeros negros y la teoría de supercuerdas, dirigido especialmente al lector no especializado en los temas de cosmología. El libro fue todo un éxito, permaneciendo en la lista de best-sellers del The Sunday Times británico durante 37 semanas. En ese mismo año recibe el Premio Wolf en Física.
Efectuamos un salto en el tiempo para destacar un descubrimiento que aumentaría la esperanza de encontrar vida fuera de nuestro sistema solar. En 1995, los astrónomos suizos Michel Mayor y Didier Queloz, descubren el primer planeta extrasolar. En la actualidad, se han localizado más de 400 exoplanetas.
En el año 2002, después de 10 años de trabajo, un equipo de astrónomos alemanes del Instituto Max Planck de Física Extraterrestre de Múnich, revelan la localización de un agujero negro en el centro de nuestra Galaxia.
Desde el año 2009, se están definiendo las características esenciales para la construcción de Telescopios Gigantescos. En concreto serían tres: dos en territorio norteamericano y uno en europeo. Algo esencial para entender nuestro origen y evolución.
Estas son solo algunas de las tantas referencias existentes que hay, citadas superficialmente, para obtener una visión generalista de las influencias a las que somos sometidos, conscientes en unos casos e inconscientes en otros, y de cómo nuestras cuestiones evolucionan en relación con lo que leemos, escuchamos, visionamos o aprendemos, por ello la inquietud del hombre, independientemente de que en parte sea innata, también está condicionada por dichos factores.
De la pregunta básica: ¿Estamos solos? a todo lo que se ha añadido con el tiempo y con el conocimiento, se han originando fenómenos, en torno a la cuestión, de proporciones inconmensurables.
Y es de uno de estos fenómenos del que hablaré en el próximo artículo: SOLOS (II). Un fenómeno que nos ha acompañado en el transcurso de la historia de la humanidad y que se mantiene en la actualidad, se trata del fenómeno OVNI.