Panspermia

Panspermia – Una teoría casi poética de la vida –

Pocas teorías científicas despiertan tanto entusiasmo como es el origen de la vida en nuestro planeta.
Una de ellas es la Panspermia. Una teoría que afirma que por todo el espacio y propagándose en todas las direcciones se hallan los gérmenes de la vida.
Si cerramos los ojos podríamos visualizar a un planeta vagabundo girando alrededor de una estrella, el Sol. Y que es fecundado por semillas provenientes del espacio exterior.
Un planeta que se quedó en cinta y que hoy los seres vivos que lo habitamos somos el resultado de ese parto.
Una hipótesis que introduce una visión casi poética de nuestro posible origen pero sin descuidar su argumento científico.
Y que nosotros como seres emocionales que somos lo transformamos en algo mágico al dotarlo de prosa.
Sin duda, esta teoría alberga otras posibilidades.
Que podría contestar a una pregunta que el ser humano continúa haciéndose… ¿Estamos solos?
Si la vida se ha propagado de esta forma y continúa colonizando planetas por todo el Universo… Tal vez exista vida en otros planetas.
O se encuentra en fase de creación de uno de los fenómenos más misteriosos a los que la humanidad se ha enfrentado nunca…

LA VIDA.

 

Autor: Pedro Segura – llenodestrellas.com –
Música: The Voyage Album: MED
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Copyright: Creative Commons 3.0

Hay ciertos términos que evocan al pasado sin tener en cuenta que su significado nada tiene que ver con la forma de su verbo (presente, pasado o futuro). Uno de estos es el de genocidio. Fue muy utilizado y conocido después de la II Guerra Mundial. Antes de 1944 no existía dicho término y un abogado polaco judío Rafael Lemkin creó la palabra combinando «geno«, un término griego que significa raza, con el vocablo latino «cidio» que significa matar.
Es un método organizado de matanza selectiva de una raza con el objetivo de exterminarlos colectivamente. Un prototipo de crimen de estado porque solo este posee los recursos necesarios para ejecutarlo.
En el transcurso de la Historia los genocidios producidos en distinto rincones del mundo han causado la muerte de más de 60 millones de personas. Y tratar este tema resulta difícil ya que en seguida acudimos a las estadísticas y a la política trivializando la verdadera naturaleza del mismo.
Sin embargo, todos asociamos genocidio con el holocausto judío producido en la Segunda Guerra Mundial por la Alemania Nazi. Y esto es así porque la comunidad internacional lo reconoció como tal y desde entonces nos lo recuerdan constantemente haciéndonos creer que, lamentablemente, es exclusivo de una raza.
Pero ya lo he comentado en otros artículos, y es que la historia que nos han transmitido resalta hábilmente lo que políticamente les interesa y parece minimizar y casi condenar al olvido otros casos de genocidios tan terribles como el holocausto judío, pero sufridos por otros pueblos como el que a continuación expondré y que está considerado como el primero de la historia.

 

 

Durante la Primera Guerra Mundial (la Gran Guerra) entre los años 1915 y 1918 el Estado de Turquía ejecutó un plan consistente en deportaciones, embargos, secuestros, persecución, exterminio e inanición sobre el pueblo Armenio. Un año después de acabar la Primera Guerra Mundial, las atrocidades contra los armenios supervivientes continuaron.
La población armenia del Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial era aproximadamente de dos millones. Según fuentes oficiales entre 1915 y 1923 un millón y medio de armenios fueron exterminados y toda la riqueza fue expropiada. La destrucción de las comunidades Armenias en las tierras de Asia Menor y Armenia del oeste fue total. Ejecutándose uno de los actos más graves contra la humanidad, la llamada limpieza étnica.
Un terrible hecho perpetrado por el Comité de Unión y Progreso, el partido político que detentaba el poder en el Imperio Otomano y que era conocido popularmente como los «Jóvenes Turcos»
Para ejecutar la masacre de los armenios deportados, crearon una organización llamada Organización Especial, conformada por convictos y tropas irregulares y liderada por un médico: Behaeddin Shakir.
Como siempre sucede se intentó ocultar este hecho por parte del Imperio Otomano. Imponiendo una ley del silencio sobre su población, restringiendo cualquier tipo de información o fotografías del suceso.
Aun así las noticias recorrieron el mundo. Ciudadanos alemanes, Diplomáticos y misioneros de los EE UU y otros muchos extranjeros residentes en Turquía fueron testigos del Genocidio Armenio y difundieron las atrocidades cometidas contra el pueblo Armenio al mundo exterior.
Debido a ello cómplices de los Jóvenes Turcos, miembros del partido y administradores provinciales fueron acusados por sus crímenes al final de la Primera Guerra Mundial. Pero los principales criminales huyeron de Turquía evadiendo la justicia, aunque fueron juzgados en ausencia y encontrados culpables de crímenes capitales.

 

La noche del 23 de Abril y durante toda la madrugada del día 24 de 1915, cientos de ciudadanos de origen armenio, fueron arrestados e inmediatamente deportados para ser posteriormente asesinados por la Turquía Otomana. Por este hecho la comunidad de armenios cada 24 de abril conmemora al millón y medio de armenios asesinados. Simbolizando esta fecha los crímenes de lesa humanidad cometidos contra el pueblo armenio.

 

 

¿Por qué 102 años después sigue sin reconocerse el genocidio armenio por la comunidad internacional? A pesar de que en la actualidad existen más de 20 países que reconocen oficialmente estos sucesos como «genocidio», entre los que figuran Argentina, Bélgica, Canadá, Francia, Italia, Rusia y Uruguay.
Lamentablemente la República de Turquía como política de estado niega sistemáticamente el mismo, pero está dentro de lo previsible aunque sea un acto incomprensible. Lo que llama poderosamente la atención es la postura de impunidad adoptada por la comunidad internacional.
Una actitud acondicionada al interés político. La OTAN necesita de Turquía porque es un emplazamiento militar estratégico en primera línea de frente en Oriente Medio y se convierte en un aliado fundamental para la OTAN, la Unión Europea y los Estados Unidos…

REFLEXIÓN…

Tantas veces acudimos pero de forma mística a las señales, y en este espantoso suceso de nuestra historia teníamos una, y bien clara. Estaba enviándonos un claro aviso sobre lo que en tiempos venideros vendrían si la indiferencia era la respuesta a estos actos.
Y es algo que en nuestro presente se está produciendo de nuevo ante tantas situaciones injustas contra colectivos que la política ha estigmatizado. Produciendo un tipo de genocidio que se mimetiza en nuestras sociedades modernas instalándose sutilmente. Que persigue el mismo objetivo y que todos contribuimos, a veces conscientes y otros manipulados, cuando culpabilizamos a un colectivo social y no a sus verdaderos culpables. Condenando a esa raza al ostracismo y al linchamiento popular. Un acto igual de detestable pero con el disfraz de lo políticamente correcto y de baja intensidad.

Y ya sabéis lo que se dice: Los pueblos que olvidan su historia… están condenados a repetirla.

 

 

Autor: Pedro Segura – llenodestrellas.com –
Fuentes consultadas:
http://genocidioarmenio.org/inicio/
http://armeniangenocide100.org/es/the-armenian-genocide/

 

 

INTERNADO

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La propia terminación, hablando en términos sanitarios, produce una conmoción inevitable. Una de las razones es que siempre ha sido sinónimo de gravedad. Salvo excepciones, el internado es una persona que se encuentra obligado a residir en un centro porque necesita ayuda clínica.

Pero la diferencia estriba en que no es lo mismo internar en un sanatorio que en un psiquiátrico, sobre todo en épocas anteriores, cuando las enfermedades mentales eran atribuidas a causas irracionales o diabólicas y su tratamiento, generalmente, contemplaba el encadenamiento y la agresión física, recibiendo estos enfermos un trato vejatorio. La psiquiatría fue la última especialidad médica en ser aceptada como tal.

En el siglo XIII, la situación de estos enfermos y el desconocimiento profundo sobre las enfermedades mentales en ese contexto fue el principal desencadenante de espantosos sucesos en los que el componente sobrenatural es secundario, puesto que la realidad adquiere protagonismo absoluto resultando más espantoso que cualquiera de los fenómenos que se producen en esas instituciones.

Lo que vamos a exponer a continuación, es una historia totalmente verídica y está respaldada documentalmente, si bien es cierto que determinados detalles pueden ser imprecisos, esto es debido a que parte de la información oficial y de la investigada ha sido censurada e incluso tergiversada.

Pero eso no ha sido un obstáculo para transmitiros la historia de un lugar que parecía estar maldito, en el que el sufrimiento y la desesperación formaban parte de la cotidianidad, un lugar creado para sanar pero que se convirtió en el propio infierno.

Esta es la historia de:

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En el siglo XIII, cualquier persona que estuviera presentando estados alterados en la conducta, sufriendo una depresión, ansiedad o ataques epilépticos, se les consideraban locos o endemoniados y estos eran alojados juntos con los que sí que estaban dementes.

La mayoría de los que sufrían enajenación mental, vagaban por las calles y en numerosas ocasiones provocaba desórdenes públicos. Una de las localidades más afectada por esta problemática fue Bishopsgate (Londres).

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En 1247 Simon FitzMary fundó el Hospital Real de Bethlem con el objetivo de recaudar dinero para ayudar a la Iglesia de los cruzados pero los monjes convinieron, ante la alarma social por la situación anteriormente descrita, convertir dicho hospital en un asilo psiquiátrico.

De esta forma se fueron alojando sin distinción alguna, a todas aquellas personas consideradas locas. Sin el conocimiento necesario y solo guiado por las creencias de la época. Los propios monjes impartían el mismo tratamiento a todos estos internos. La mayoría de estos, eran encadenados a las paredes, enjaulados o esposados. Sometidos a castigos diarios y, a pesar de su estado, se les obligaba a estudiar las Escrituras. La dieta suministrada era una mezcla compuesta de vegetales y cereales. Y ésta, era la pauta utilizada en aquella época para el tratamiento de la enfermedad mental.

En 1370, el rey Eduardo III sustituyó a los monjes por otros «cuidadores» a los que se les conocían como «Los guardianes«. Estas personas carecían de experiencia alguna en el trabajo hospitalario y, obviamente, ninguna en el tratamiento de enfermos mentales. La situación del hospital al igual que la de sus internos se agravaba con el transcurso de los años. La situación empeoró cuando se descubrió que el tesorero del hospital Pedro Taverner malversaba los fondos.

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Esta circunstancia, llevó a la institución psiquiátrica a una situación dantesca y de abandono, los chillidos de los internos, la fetidez por la falta de higiene, se extendió por la zona. Y comenzó a ser conocido por el nombre del Hospital de «Bedlam«, que en ingles significa: «Hospital de los gritos«.

En 1546, la ciudad de Londres asumió la dirección del hospital, designando a sus propios guardianes, lamentablemente, nada cambió. La degeneración del centro en los años venideros alcanzó proporciones dramáticas.

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En 1598, tras una inspección, el hospital fue catalogado «no apto para ser habitados por seres humanos«. Algunos de esos pacientes habían estado internados por más de 20 años, y otros, durante casi una década. Cuando todo esto se reveló al Rey James I, alarmado por la situación, designó como administrador del hospital a Helkiah Crooke.

Pero una vez más la desgracia parecía cebarse con la institución. Al parecer la mayoría de los pacientes estaban en riesgo de morir por hambre.

Carlos I el nuevo rey, ordenó una inspección. Crooke, como otros ya hicieran anteriormente, malversó los fondos, robaba a los pacientes y se apropiaba de las donaciones de caridad. Obligaba a los internos a pagar por la comida. Algo que era casi imposible para ellos ya que al entrar en el hospital eran despojados de todos sus bienes y pocos podían recibir dinero del exterior, condenándoles a morir lentamente de hambre. Crooke fue despedido sin más.

Una nota curiosa es que hizo honor a su nombre, puesto que Crooke significa «fraudulento» en ingles.

De nuevo se cambio el sistema. El rey mandó incluir un médico, un cirujano y un boticario. Y Bedlam se convirtió en el único hospital para enfermos mentales del país. Pero el deterioro era inevitable, la masificación y el estado ruinoso en el que se encontraba el edificio obligó a trasladar el hospital a un nuevo y moderno edificio en Moorfields (Londres).

El nuevo hospital Bedlam era muy grande y costoso, pero nada de esto beneficiaría a los internos. Paul Vicent un psiquiatra holandés encargado del centro, decidió clasificar como lunáticos, según su comportamiento, a determinados pacientes. Afirmando que algunos de estos enfermos habían perdido su condición humana.

Posteriormente los catalogó como curables e incurables, confinándoles según éste criterio, en salas acordes a la misma. A raíz de ello, pronto el hospital comenzó a ser conocido con el sobrenombre de: «El palacio de los lunáticos«.

Una macabra moda se extendió motivada por el método implantado por Vicent en el hospital Bedlam. Por apenas un penique, los caballeros y damas ingleses podrían pasar una tarde de «diversión» visitando las celdas de estos enfermos. Como si de un zoológico humano se tratase, los visitantes les daban de comer, se burlaban de ellos e incluso algunos les daban alcohol para estimularles.

Pronto se convirtió en una de las grandes diversiones dominicales de los londinenses. Tras el éxito obtenido, la entrada era libre el primer martes de cada mes, una especie de «día del espectador». Se registraron más de 96.000 visitas para contemplar el triste espectáculo bautizado como «El show de Bethlem«.

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Con la llegada de un nuevo director, John Haslam, se puso en práctica un nuevo tratamiento. Un terrible e inhumano enfoque terapéutico en el que los pacientes eran golpeados violentamente, recibían baños de agua fría y eran obligados a sentarse en columpios como parte de una terapia de rotación, con la finalidad de someterlos a una dominación del comportamiento.

Por otra parte, Bryan Crowther, cirujano jefe contratado por Haslam, experimentaba en el depósito de cadáveres diseccionando los cerebros de pacientes difuntos. Una práctica ilegal en aquella época.

Un escenario que si cerramos los ojos para visualizar la situación, lo abriríamos rápidamente espantados por la angustia que produce ponerse en la piel de estos desdichados internos.

Sin embargo todo cambiaría a raíz de una filtración producida desde el interior del hospital. Supuestamente un periodista se introdujo en el hospital, suplantando otra identidad. Elaborando una información exhaustiva de la situación de los internos y esbozando las condiciones deplorables en la que se encontraba el edificio. De todo esto se hizo eco la prensa originando una inspección, una vez más, del centro.

El maldito hospital de Bedlam se trasladaría nuevamente en 1815 a los campos de St George, siendo objeto de inspecciones regulares por el gobierno originando un cambio en el tratamiento dispensado a los pacientes y eliminando los castigos.

Comenzaron a sustituirse los guardianes por enfermeras. Las estancias se adecuaron y los pacientes eran tratados con fármacos.

En 1930 se trasladó por última vez a Monks Orchad House (Beckenham).

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Hoy es líder mundial en la investigación de la salud mental este psiquiátrico que en su pasado fue considerado unos de los peores del mundo.

Todos los archivos documentales sobre la historia de la institución y de sus pacientes se encuentran expuestos en un museo erigido para ello en 1970.

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En esta breve exposición tenemos el ejemplo de cómo la ignorancia marcó trágicamente unos hechos que forman parte de nuestra historia indiferentemente de su ubicación, ya que son perfectamente extrapolables a cualquier colectivo y deben servirnos para entender nuestro presente.

En la actualidad y a pesar de poseer conocimientos avanzados sobre dicha patología, la palabra «locura» continúa manteniendo un aura tabú en nuestra sociedad. Una prueba de ello es que se utiliza el eufemismo demencia para evitar esa palabra que se considera casi maldita y avergüenza a muchas familias.

Sin embargo resulta paradójico que dicha enfermedad sea utilizada como atenuante de determinadas conductas. Justificando incluso unas acciones que son relacionadas pero no son originadas por ella.

Pero esto… será el tema de un próximo artículo.