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El incidente de Tunguska a pesar del mutismo oficial y la escasa difusión del mismo demostraron a la URSS y posteriormente al resto del mundo nuestra fragilidad como especie. Un acontecimiento que arrasó una gran extensión de terreno a una distancia de más de 3.000 Km de Moscú. De haberse originado en la capital, millones de personas habrían perecido aquella madrugada del 30 de junio sin que les hubiera dado tiempo a despertarse.

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Un suceso único en el planeta y con numerosas inconsistencias resultando complicado catalogarlo como un fenómeno natural. Muchos de los testimonios recogidos aseguraban haber visto sobrevolar un objeto desde distintas ubicaciones antes de la explosión. En las descripciones se producían ciertas discrepancias entre la forma y su luz. Para unos era un objeto volador de color rojizo» y para otros «un objeto de color blanco azulado similar a una estrella». Pero todos coincidían en que se trataba de una luz muy distinta a las que habitualmente se observaban en el cielo y que por su comportamiento no era identificable con ningún objeto conocido.

Sin embargo una vez finalizada la II Guerra Mundial se contempló una nueva teoría basada en la posibilidad de que la explosión fuera como consecuencia de un ataque a distancia perpetrado por algunos de sus enemigos y que resultó fallido en el objetivo. Una sospecha que aumentó al encontrarse supuestas pruebas que podrían argumentar esta teoría.

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Cuando Alemania fue dividida por los ejércitos aliados se dice que encontraron planos elaborados por los nazis en los que se detallaban nuevos modelos de aviones y prototipos de armamentos desconocidos con un gran poder destructivo con los que pretendían ganar definitivamente la guerra. De ser cierto dicho hallazgo se desconoce cómo fue el reparto del mismo entre los aliados. Si bien no se ha podido demostrar, debido a la falta de evidencias, no es descabellado pensar que algo de verdad podría haber en esta suposición.

Se formaron dos bloques en el mundo después de la II Guerra Mundial la URSS y los EE.UU., originando el período que todos conocemos con el nombre de Guerra Fría. Una etapa de alta tensión protagonizada por dos potencias antagonistas.

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La situación se fue agravando con el paso de los años hasta alcanzar un grado de hostilidad casi insostenible con el riesgo real de una confrontación entre las dos potencias, al menos eso era lo que se escenificaba.

En la URSS nunca se olvidó el devastador efecto provocado por el evento de Tunguska. El coronel soviético Alexander Kazantsev estableció una inquietante semejanza con las dos bombas nucleares lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki asegurando que los efectos fueron los mismos. La teoría de un ataque a distancia parecía ganar terreno y adeptos.

Todo esto impulsó a la URSS a emprender distintas líneas de investigaciones sobre el incidente ya que al parecer el propio Stalin estaba interesado y no descartaba la posibilidad de que un objeto volante no identificado fuera el causante de la explosión.

Y para acrecentar más aún el interés por los no identificados el cielo se convirtió en el escenario de acontecimientos extraños teniendo como protagonistas absolutos… unas luces desconocidas.

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Numerosos casos de avistamientos se originaron en aquella época. Stalin prohibió bajo su mandato cualquier tipo de investigación y divulgación sobre estos temas, pero internamente se investigaron y elaboraron informes sobre los mismos. Según datos extraídos por sus cronistas, Stalin estuvo siempre muy interesado por el fenómeno de los no identificados.

Y lo demuestra el envió de una insólita citación a Serguéi Koroliov, científico y diseñador de cohetes en el Kremlin. Posteriormente fue diseñador principal del programa espacial soviético. Todos temían lo peor. Koroliov era un ex prisionero del Gulag y se encontraba siempre vigilado y bajo sospecha por lo que dicho requerimiento no parecía presagiar nada bueno para él.

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Sin embargo Stalin no lo había requerido por motivos políticos. Stalin estaba indagando los rumores que llegaban hasta él sobre la supuesta captura de un platillo volante en Roswell, Nuevo México, mostrando ante el asombro de Koroliov, multitud de informes sobre avistamientos y testimonios documentados con fotografías realizados en la Unión Soviética.

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Allí se encontraba Koroliov cara a cara con el máximo mandatario en una situación insólita. Por un momento pensó que se trataba de un engaño para tener motivos de acusarle de nuevo pero rápidamente descartó dicho pensamiento cuando el propio Stalin le dijo que quería que estudiara los casos y le diera su opinión científica.

Dispuso para dicha labor un apartamento especial para Koroliov y le dio tres días para llevar a cabo dicho encargo, siempre bajo vigilancia policial.

Una vez finalizado el plazo Stalin lo citó de nuevo. El científico no dudo en afirmar que el fenómeno era real y que esos objetos volantes (ovnis) no eran vehículos enemigos y obviamente no presentaban una amenaza. Añadió también que por el comportamiento de dichos objetos parecían evidenciar que estaban tripulados. Una opinión que no provocó en Stalin asombro alguno. Al parecer otros colegas de Koroliov habían opinado de la misma forma.

Aún así el Kremlin continuó con su política de prohibición y negación sistemática del fenómeno, no estaba dispuesto a compartir el resultado de las investigaciones secretas que en torno al fenómeno se habían realizado y las que seguirían produciéndose en los años venideros.

Imagino que el paralelismo de esta postura con la que actualmente se mantiene poco puede sorprender, pero sí que podemos observar que la actitud política frente al fenómeno sigue siendo la misma después de más de un siglo y bajo cualquier régimen.

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Desde la clandestinidad numerosos grupos de civiles interesados en el fenómeno ovni clasificaban los casos y recogían los testimonios realizando una profunda investigación de campo. Una actividad bajo amenaza policial por estar considerada ilegal.
En medio de toda esta situación surge un tal Felix Ziegel doctor en matemáticas y astronomía, considerado el padre de la ufología soviética. Ziegel participó activamente en las investigaciones sobre el fenómeno. Sus indagaciones estaban focalizadas en averiguar el origen de esos objetos no identificados.

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Organizó conferencias secretas exponiendo las conclusiones de sus indagaciones. En todas ellas solicitaba la participación activa de los ciudadanos soviéticos en el caso de ser testigos o de informar si conocían a alguien que hubiera tenido un avistamiento.

Gracias a esas labores clandestinas tenemos testimonios tan interesante como el de Apraksin, un piloto de pruebas soviético que tuvo dos avistamientos ovnis. Uno el 16 de junio de 1948 encontrándose en pleno vuelo a 10.500 m de altitud y otro en 1947. En ambas situaciones el piloto persiguió al objeto y éste reacciono hostilmente y casi no sale vivo de su segundo encuentro.

Apraksin estuvo hospitalizado dos meses y medio. Según su relato el ovni le lanzó un haz de luz dañando el equipo eléctrico, el sistema de comunicaciones y quebrajó el cristal de la cabina.
Este testimonio fue proporcionado por samizdat una publicación clandestina dedicada a la divulgación ufológica soviética y a la literatura prohibida y que era leída por un gran porcentaje de la población.

Entre los años 50 y mediados de los 60 se registraron más de 15.000 avistamientos de ovnis. Todos ellos certificados por los pilotos de las fuerzas aéreas soviéticas. Descartando aquellos causados por fenómenos naturales, invasiones del espacio aéreo por satélites espías, el resto no tenían explicación.

Es obvio que la sociedad soviética era consciente y partícipe de los fenómenos que se producían en sus cielos. Pero el hermetismo al que estaba sometido el tema ovni se convertía en una barrera casi infranqueable.

Para colmo las pocas noticias que se filtraban eran manipuladas por la política occidental, lo que nos ha llevado a un profundo desconocimiento y a una falta de reconocimiento de la importancia que el fenómeno tuvo en Rusia.

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Bakú es actualmente la capital más poblada de Azerbaiyán y es conocida como la ciudad de los vientos por la intensidad de los mismos que la azotan durante todo el año. Durante la II Guerra Mundial fue objetivo de la Alemania nazi por sus campos petrolíferos. Y fue en esta zona donde se produciría un extraño avistamiento. Y digo lo de extraño puesto que los testigos no fueron autóctonos del lugar sino que fueron un grupo de infiltrados estadounidenses que realizaban un viaje en tren con el objetivo de recoger información (espiar) sobre ciertas filtraciones que indicaban que los soviéticos realizaban ensayos de armas y vehículos experimentales.

El 19 de octubre de 1955, dicho grupo se encontraban a bordo de un tren con destino a Tiflis la capital de Georgia y cuando atravesaban la zona de Bakú observaron unos extraños objetos luminosos en el cielo.

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La zona era llana sin edificaciones o instalaciones de cualquier tipo. El cielo estaba despejado y comenzaba a oscurecer. Y en ese momento divisaron varias luces de color rojizo que ascendían verticalmente. Una de ellas se acercó al tren sin producir sonido alguno. Pasó por encima del tren iniciando un rumbo horizontal hasta desaparecer en el cielo. La observación duró entre 6 o 7 segundos.

Según describieron posteriormente los testigos en el informe realizado para sus superiores los objetos avistados eran similares a los del Proyecto «Y» de las Fuerzas Aéreas Norteamericanas.

El Proyecto «Y» dirigido por John C.M. Frost, consistía en el diseño de una maquina voladora con forma de ala circular. Supuestamente se cree que la idea original fue obtenida a raíz de la confiscación de los planos nazis después de la Segunda Guerra Mundial.

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¿Es posible que los soviéticos obtuvieran la misma información y estos la hubieran desarrollado antes con éxito? De ser así era evidente que iban por delante tecnológicamente hablando de sus adversarios.

O por el contrario también eran desconocidos para ellos esos objetos volantes…

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Entre 1957 a 1969 la Unión Soviética emprendió una acelerada carrera tecnológica asombrando al mundo, en particular a los Estados Unidos, su principal adversario, con sus avances en el terreno aeroespacial.

Una situación insólita para un país que antes de la guerra solo disponía de caballos y armamento liguero para luchar contra su enemigo y que tecnológicamente era inferior a ellos.

El caso es que ambas Naciones experimentaron una celeridad tecnológica inusual. Es como si tanto una como otra hubieran obtenido información y conocimientos avanzados para el contexto en el que se hallaban.

Y eso nos lleva a plantearnos diversas preguntas ¿fue a consecuencia de esa supuesta información nazi? ¿Localizaron o contactaron con algún tipo aparato volante no identificado? o ¿tan solo fue el progreso humano?

Hay disponible una gran cantidad de casos antes y durante la guerra. Informes directos del ejército soviético informando de extraños objetos voladores sobre sus tropas y los campos de batalla. Y no cabe duda alguna que esos casos fueron investigados y quién sabe hasta donde llegaron en sus indagaciones.
Nada se puede asegurar ni siquiera que todo lo que aquí expongo sea real. El nivel de manipulación ejercida por los gobiernos respectivos durante siglos ha sido feroz y han adaptado un «guión» basado en la historia pero en el que solo nos cuentan lo que más le conviene a sus intereses políticos..

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La pieza central de todo es un rompecabezas al que denominamos Historia. Siempre nos faltan piezas o utilizamos unas que no encajan con su imagen. La Historia es una herramienta muy útil para quién gobierna. Con ella nos manipulan y nos influencian en nuestras creencias a todos los niveles.

Hábilmente han tejido una red de información ambivalente adaptándola según les convengan utilizando como objetivo primordial nuestras emociones. Todos desearíamos descubrir la verdad sobre los misterios que durante nuestra existencia nos han acompañado y que en la actualidad continúan sin revelarse.

El fenómeno OVNI es la columna vertebral de todos los misterios. Y es así porque conlleva una respuesta a la pregunta que los seres humanos hemos realizado a las estrellas. Y porque hay una voz en nuestro interior susurrándonos que formamos parte de ellas.

El fenómeno OVNI posee la cualidad de generar emociones en todos los que creemos en él y eso se convierte en una debilidad que aprovechan determinados grupos y corporaciones.

Recientemente se ha puesto a disposición de los ciudadanos la supuesta desclasificación de 80 expedientes de avistamientos «Expedientes OVNI» por el Ministerio de Defensa y se dice que han sido «obligados por la ley de la libre información» ¿De verdad hay alguien que crea que en ellos vamos a encontrar material sensible?

Esos expedientes son los que ellos consideran conveniente de revelar porque no aportan ni contradicen nada y forman parte de un proceso de desclasificación iniciado en los años 90 pero se utilizan como un medio de distracción ante la insoportable situación social que atravesamos.

Otro de los problemas al que se enfrenta el fenómeno es que no se investiga la naturaleza del mismo. La mayoría de sus investigadores se dedican a interpretarlo proyectando una imagen distorsionada pero que casi siempre les genera un lucro y un protagonismo mediático autoerigiéndose como autoridades en la materia y portadores de la verdad.

Es por ello que en los últimos años estamos observando una especie de sacralización del fenómeno por parte de ciertos autores ayudando a fortalecer determinados dogmas. Encontrando paralelismos sospechosos entre religión y fenómeno OVNI.

Para finalizar me atrevo a afirmar que el 98% de los casos ovnis contemporáneos son más terrestres que extraterrestres. Y personalmente me vale con ese 2% para creer en la naturaleza del fenómeno.

Pero sin atribuir procedencia ni intencionalidad alguna porque me gustaría hacerle justicia por lo que es y no por lo que desearía que fuera.

 

 

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El ser humano independientemente de sus creencias ha contemplado el cielo con el propósito de obtener las respuestas a muchas de sus incógnitas, sobre todo a la más transcendental; nuestro origen y procedencia.

Esa inquietud ha llevado a la humanidad a estudiarlo en profundidad. Ha creado mecanismos que nos permiten calcular distancias, clasificar estrellas, descubrir galaxias y conseguir ubicarnos para constatar que nos hallamos en el brazo de una galaxia en espiral y solo somos un diminuto punto en el Cosmos.

El conocimiento de todo ello, inevitablemente, origina otras cuestiones relacionadas con esa comprensión ¿No hay nadie ahí afuera? ¿Somos una excepción? ¿Un accidente?

Nadie parece tener la respuesta pero existen datos que, si bien no responden a esas preguntas, sí que abren vías de aproximación a una posible respuesta.

Esos datos los hallamos en la historia de nuestro pasado, reflejados en escritos, tradiciones y pinturas legadas por nuestros ancestros, encontrando en ellas referencias a lo que hoy conocemos como avistamientos, contactos e incluso abducciones.

También en leyendas de épocas remotas, o incluso en textos religiosos, nos percatamos de que lo descrito en ellas, eran avistamientos de objetos y luces que se desplazaban en el cielo sin obedecer a causa natural alguna: OVNIS.

El fenómeno OVNI ha sido investigado durante más de un siglo generando teorías de todo tipo y creando a su vez desinformación. Un fenómeno real y que parece haber acompañado a la humanidad desde sus orígenes sin que existan fronteras para el mismo pudiendo afirmarse de que estamos ante un fenómeno de carácter global.

A pesar de ello, siempre se le ha ubicado en una zona determinada del planeta, desde donde nos han llegado las principales investigaciones sobre el mismo, obviando o menospreciando aquellas otras noticias procedentes de otras regiones por motivos políticos.

Lo que expondré en este artículo son investigaciones que se apartan de esa tendencia interesada en ser protagonistas de un fenómeno que nos pertenece a todos, indagaciones sin prejuicios de ninguna clase y solo atendiendo a la naturaleza del fenómeno.

Recorreremos las heladas tierras de la extinta Unión Soviética una zona que sigue en la actualidad casi desconocida para conocer casos sobre objetos volantes no identificados que, algunos de ellos, permanecieron ocultos durante muchos años sin revelarse al mundo.

Si queréis acompañarme…

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Existen en las crónicas rusas, descripciones de extraños objetos y luces que sobrevolaron en la noche de los tiempos por el cielo que fueron avistadas por testigos de toda clase y condición. Estas anomalías eran conocidas con el nombre de znameniya, que en ruso significa signos.

En el siglo XVII, este tipo de testimonios experimentaron un fuerte auge. Algunos testigos aseguraban haber visto extraños soles flotar en el cielo, otros describían columnas incandescentes emitiendo rayos que iluminaban el cielo.

También abundaban los testimonios de extrañas nubes de colores que se desplazaban en dirección contraria al viento despidiendo luces desde su interior.

Por su tipología y naturaleza, y asociándolas con el conocimiento actual que tenemos sobre este tipo de anomalías, estarían catalogadas dentro del fenómeno OVNI.

Uno de estos episodios, y que posee un halo fascinador, lo protagoniza un cronista árabe; Ahmed Ibn Fadlan.

Sucedió en el año 921 de nuestra era, Ahmed formaba parte de una embajada enviada por su califa, con la misión de mediar con el rey de los búlgaros en las lejanas tierras del Volga.

Este historiador, célebre por las descripciones que dejó por escrito en sus crónicas de sus vivencias con los vikingos, relató que en el curso de esa expedición, avistaron inquietantes luces en el cielo semejantes a bolas de fuego, sin ninguna señal de tormenta que pudieran originarlas. Nunca antes habían presenciado nada parecido, y eso, les generó una sensación de peligro que les acompañó durante toda la expedición.

Una vez alcanzado su destino, acomodados en Palacio, se convertirían en testigos involuntarios de un fenómeno aún más asombroso que el de su viaje. Poco antes del atardecer, se produjo un estruendo ensordecedor proveniente del cielo, cuando alzaron la vista, observaron como el horizonte se tenía de un color rojo resplandeciente, y una nube roja llameante se movía sobre ellos. De repente, otra nube igual a la primera apareció ante ellos.

Ante la estupefacción de estos esas nubes comenzaron a realizar una extraña danza; se desplazaban en el cielo, se acoplaban unas con otras, para luego separarse, incluso, creyó ver siluetas en su interior. El espectáculo continuó hasta el anochecer.

El miedo se apoderó de los recién llegados, que se arrodillaron para rezar a lo que ellos interpretaron como una señal divina. Las risas de los locales ante ese comportamiento, confundieron a Fadlan. ¿Por qué ellos no sentían temor ante lo sucedido?

Como si hubieran leído su mente le respondieron que «esas batallas en el cielo«, así era como los lugareños llamaban a estos fenómenos, se sucedían todas las noches y que incluso en muchas ocasiones les habían ayudado a vencer a sus enemigos.

Fadlan quedó tan asombrado por la experiencia vivida, que la transcribió en un relato al que curiosamente tituló: Risala y que en árabe significa mensaje.

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Otra de las crónicas que a continuación expondré nos aporta detalles y descripción que asombran por la precisión y que fue posible gracias a la decisión de Farmer Levka Federov, un campesino testigo del avistamiento, que informó mediante una carta al Monasterio de San Cirilo y que la misma fue preservada por la Comisión Arqueográfica aportándonos este valioso informe.

Sucedió el 15 de agosto de 1663 en el lago Robozero, en la comarca de Vólogda, a unos 500 km. al norte de de Moscú. Era un día despejado y se celebraba la festividad religiosa de la Asunción de la virgen María, en aquella época Rusia estaba bajo el reinado del zar Alejo I, un monarca devoto y adepto de la ortodoxia más pura. En aquel tiempo el pueblo ruso había adoptado, por imposición, el cristianismo. Por ello, aldeanos y pescadores de la región acudieron a la iglesia del pueblo, ubicada a 2 Kilómetros del lago, para oficiar una misa.

Una vez dentro de la iglesia y en plena oración, escucharon un estruendo proveniente del exterior. La mayoría, salieron fuera para ver lo que sucedía, y antes sus incrédulos ojos sobre la superficie del lago distinguieron una enorme esfera en llamas desprendiendo un humo azulado. Ante esa terrorífica e incomprensible visión, corrieron despavoridos para refugiarse en el interior de la parroquia y pedir auxilio con sus rezos.

Esa esfera fue avistada desde distintos puntos de la zona, y algunos de los pescadores, que se encontraban en el lago, sufrieron graves quemaduras por la proximidad con ella. Hasta los peces huyeron hacia la orilla a consecuencia de las altas temperaturas que el agua alcanzó ante la presencia de la esfera.

Por la descripción que los testigos oculares realizaron sobre el objeto, se pudo calcular sus dimensiones, así como otros detalles sobre su comportamiento. Se trataba de un objeto esférico de más de cuarenta metros de diámetro y de una altura equivalente a la de un edificio de quince plantas. Este objeto sobrevoló el lago y permaneció en suspensión durante una hora y media. En ese tiempo, y según las descripciones de los testigos, la esfera emitió algo parecido a dos haces luminosos, que ellos identificaron como lenguas de fuego, extendiéndose por todo el lago y causantes, seguramente, de las quemaduras de los pescadores y las altas temperaturas alcanzadas en el agua del lago. Posteriormente, la esfera se elevó y desapareció en el cielo.

Sin duda, un caso que puede recordarnos por analogía a otros más actuales sucedidos en distintas zonas del planeta.

Continuaremos con nuestro viaje por este inmenso país, para adentrarnos en una de sus regiones más extensa y enigmática: Siberia. Con su enorme extensión: 13,1 millones de kilómetros cuadrados representa aproximadamente el 76% del territorio de Rusia, compuesta por zonas pantanosas y boscosas, conocidas como taigas, donde los veranos son breves y los inviernos crudos. Por algo los turcos la conocían como la Tierra dormida. Actualmente, aun existen zonas inexploradas, quien sabe si guardando algún misterio por revelar.

El acontecimiento siguiente, acrecienta esa sospecha, pues es en esta zona donde se produciría un suceso que marcaría un punto de inflexión sobre el tema.

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Ocurrió en el año 1908. Un año en el que se produjeron numerosos fenómenos atmosféricos, algunos de ellos inusuales en la zona: Estruendos provenientes del cielo sin atisbo de tormentas, auroras boreales que aparecían en lugares donde nunca antes lo hicieron, nubes de colores moviéndose extrañamente en el cielo… Todos estos fenómenos incomprensibles, fueron registrados como algo natural sin más.

Pero tal vez, como a continuación entenderéis, anunciaran la proximidad de un acontecimiento que, actualmente, sigue siendo tema de debate en la comunidad científica.

En la madrugada del 30 de junio de aquel año, la mitad del planeta tembló. Una colosal explosión que devastó la región de Tunguska fue la causa. Los datos obtenidos a lo largo de más de un siglo de investigaciones, detallan unos efectos colaterales que palidecen a cualquiera y nos demuestra lo vulnerable que somos.

Sabemos que a consecuencia del estallido, millones de árboles de la zona fueron arrasados en un radio de cincuenta kilómetros y estuvieron ardiendo durante semanas, esparciendo las cenizas por el aire a todos los rincones del globo. Toda la zona inmediata y sus alrededores quedaron arrasados.

Las ondas sísmicas provocadas por la explosión fueron detectadas por las estaciones sismográficas de distintos países del planeta, y están clasificadas como unas de las más fuertes registradas en el mundo, afectando, inclusive, al campo magnético terrestre.

Durante 72 horas, la noche desapareció en Siberia occidental y Europa. El brillo del cielo en toda Europa del Norte alcanzaba para iluminar las calles de Londres.

Se calcula que la fuerza de la explosión fue de 40 megatones, es decir 2000 veces la potencia de la bomba atómica lanzada en Hiroshima (Japón) en 1945.

Sin embargo, y a pesar de la excepcionalidad del evento, no se investigó hasta pasado 13 años. En aquel periodo Rusia se encontraba sumida en un periodo de convulsión y quiebra social, su participación en la Primera Guerra Mundial, y la transformación que el país experimento tras la revolución bolchevique. No constituía un marco apropiado que motivara el interés científico por el suceso acaecido.

Tras ello y una vez instaurado el nuevo régimen, se organizó la primera expedición científica en 1921. Leonid Kulik un mineralogista ruso, famoso por sus investigaciones sobre meteoritos caídos en el país, lideró la expedición.

Debido a las duras condiciones climatológicas del interior siberiano, Kulik, no logró alcanzar el área del impacto.
Eso no desmoralizó a Kulik, dedicándose a buscar testigos locales de aquel acontecimiento. Los lugareños de la zona, al principio, se mostraron reticentes, pero terminaron por relatarles lo que vieron aquel día.

Según estos, aseguraron que antes de la explosión vieron sobrevolar lentamente un objeto luminoso de Este a Oeste y que luego cambió su dirección. Este dato desconcertó al científico; se trataba de un comportamiento anómalo en este tipo de fenómenos, era algo improbable que el meteorito variase su trayectoria, pero la respuesta, pensó Kulik, la obtendría una vez que pudiera investigar la zona del impacto.

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Seis años después, en 1927 emprende una segunda expedición, alcanzando, esta vez, su objetivo. Un panorama desolador se descubrió ante él; un área aproximadamente de 2.150 km2 de bosque había sido arrasada. Árboles partidos en dos yacían a ambos lados. Cuando llegó al epicentro del impacto, pudo observar que los árboles de la zona se encontraban en pie, aunque sin ramas algunas, como si fueran postes telefónicos. Pero kulik, se encontraba confuso, no solo por la virulencia del impacto, sino por la ausencia del cráter que tuvo que originarse al haber impactado el meteoro.

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Kulik y su equipo realizaron un minucioso reconocimiento de la zona en busca de fragmentos del bólido, alguna prueba de lo que supuestamente se estrelló en el bosque. Por el estado del terreno y sus alrededores, el objeto debería de ser de gran tamaño y era imposible que no existieran restos del mismo.

La búsqueda resulto infructuosa, no localizaron ningún cráter ni fragmentos del meteorito. Una vez más, Kulik, decidió investigar en las aldeas de los alrededores y preguntar a los lugareños.

Y fue en Vanavara, una pequeña aldea situada a sesenta y cuatro kilómetros de Tunguska (Siberia), donde un hombre le relata en primera persona de lo que fue testigo aquel lejano día.

 

«Serían las siete de la mañana, yo estaba sentado en el balcón de un establecimiento comercial en Vanavara, cuando de repente siento como algo invisible me empuja de mi asiento y mientras estaba cayendo, como si todo fuera lentamente, observo como el cielo se parte en dos, el cielo pareció arder, y en ese momento, hubo una explosión y un gran estrépito, seguido por un sonido como de piedras que caían desde el cielo, y la tierra… tembló. Tuve que desprenderme de mi camisa porque parecía estar ardiendo».

Con este testimonio, Kulik fue consciente de la magnitud de la explosión. Y durante catorce años de su vida se entregó a la ardua tarea de buscar una respuesta, encabezando varias excursiones a la zona, que le ocasionaron situaciones de riesgos, las cuales, sorteó gracias a su formación militar.

Kulik había servido en el ejército ruso y participado en la guerra ruso-japonesa de 1904, donde fue apresado. Nunca vaciló en utilizar su experiencia en combate ante situaciones que él consideraba hostiles y entorpecían sus investigaciones, todo un Indiana Jones a lo ruso.

Pero a pesar de toda su perseverancia, su búsqueda resultó ineficaz. Debido a ello, en 1939, Moscú decidió recortarle los fondos destinados a la investigación.

Soplaban vientos de guerra y Stalin se preparaba para ella. El interés del gobierno en la investigación de Kulik estaba motivado, principalmente, en la obtención de un material que le sería de gran utilidad para la guerra: Níquel y que Kulik les aseguró poder extraer del meteorito caído.

La guerra era inevitable y en 1941 las tropas nazis invadieron su patria, el deber le llamó y Kulik muere en 1942 al caer prisionero de los alemanes.

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Pero nos dejó un importante legado: las investigaciones realizadas, archivos de películas y fotografías sobre Tunguska que sentaron las bases del estudio sobre este fenómeno.

Actualmente todo parece indicar que la explosión se produjo en el cielo por lo que obviamente no existe cráter de impacto. Eso explicaría el porqué los árboles de la zona del epicentro permanecieron en pie pero sin ramas, pero no responde a la pregunta de qué fue lo que originó el fenómeno.

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La mayoría de los astrónomos coinciden en la teoría de que el bólido de Tunguska fue un cometa que se volatizó antes de tocar suelo, pero no se ha podido demostrar por la ausencia de pruebas, por lo que todas las hipótesis están abiertas.

Hay otros testimonios recogidos en los que se avista al objeto pero de distintas ubicaciones, y según estos, tenía una forma oval. Un pasajero del tren transiberiano declaró que vio un objeto brillante en el cielo moviéndose de la derecha a la izquierda.

Algo a destacar en los testimonios y que es coincidente en todos, es el cambio de trayectoria del objeto antes de estallar, un dato que altera el paradigma científico aplicado al comportamiento de cualquier bólido celeste que penetra en nuestra atmósfera.

Dispuestos a conjeturar podríamos pensar que se trataba de dos objetos distintos, o como otros investigadores rusos sugirieron en 1991 la posibilidad de una interceptación para evitar una catástrofe sin precedentes.

Lo que en ese caso abriría otro interrogante: ¿Quién en aquellos años disponía de esa tecnología para interceptar el objeto?

Las consecuencias que ocasionaron la explosión en el medio ambiente no suelen ser referenciadas pero resultan inquietantes ya que causaron una extraña radiación que provocó una regeneración acelerada de la taiga.

Análisis genéticos localizaron extrañas mutaciones en el RH de muchos nativos de la región de una de las aldeas próximas a la explosión. Así como alteraciones en determinados insectos como son las hormigas.

Después de todo lo expuesto, de una cosa estamos seguros, y la ciencia así lo admite. Tunguska fue el mayor enigma cósmico del siglo XX. Un fenómeno sin resolver y único en la historia de nuestra civilización, lo que dificulta las investigaciones ante la carencia de referentes.

El secretismo con el que la extinta Unión Soviética desarrolló las investigaciones sobre el fenómeno de Tunguska, inevitablemente, nos hace dudar sobre las explicaciones oficiales surgidas en torno al fenómeno y relacionarlo con los no identificados que sobrevuelan nuestros cielos sin aviso alguno.

En la segunda parte, continuaremos con la divulgación de otros casos de ovnis soviéticos y el entramado creado por parte de los organismos oficiales encargados de investigar estos fenómenos.

Mientras tanto… no olvidéis de mirar al cielo.