Una vez alguien me susurró al oído que existe un lugar imposible de describir. Donde el tiempo no tiene relevancia alguna. Sus moradores no saben cómo han llegado. Caminan en silencio, desorientados, iluminados por una luz taciturna que los acompaña en su vagar de ese mundo improbable.
A pesar de que se miran constantemente no distinguen sus rostros, ni su género, y tampoco hay superficies donde contemplarse. Miran hacia arriba y hacia abajo, para observar que no hay diferencias. No son conscientes de si acaban de llegar o llevan eones en ese mundo en el que no hay noche ni día, porque allí, el tiempo no existe.
Sin embargo, aunque parecen carecer de emociones, se producen ciertas anomalías que se propaga en el ambiente, ocasionándoles perturbaciones en sus anodinas existencias. Son conscientes, si la poseen, de ciertos huecos que se producen en el espacio que ocupan en su deambular ocasionados por la desaparición de algunos de ellos. De alguna manera el dramatismo de esas ausencias los conmociona. Incapaces de comunicarse entre ellos, pues carecen del verbo, gesticulan intentando transmitirse algún tipo de mensaje sin fortuna alguna en su tentativa.
Pero no es lo único que sucede en aquel hábitat que los altera.
Destellos de luces y colores se esparcen en ocasiones proyectando figuras. Formas de seres semejantes a ellos. De entes erráticos que parecen buscar algo. Cuando entran en su campo de visión, pueden observar que ellos si tienen rostro. Y al intentar comunicarse, la mayoría desaparecen horrorizados. Solo algunos mantienen la calma e intentan contactar. Pero es una tarea ardua y pesada, rompiendo las reglas establecidas en ese mundo ceniciento, carente de sonidos y de tiempo. Porque ese mundo es la morada de los muertos, y los vivos…son sus fantasmas.
No recuerdo quién o qué me lo contó. Fue hace tiempo, mucho tiempo. Seguramente fue un sueño, o una especie de alucinación, pero algo en mi interior me decía que fue real y me obsesioné con ello. Pregunté sutilmente a mis familiares y amigos más cercanos si alguna vez estuve sumido en un periodo de ausencia, o padecí alguna enfermedad. Aunque la mayoría se mostraban extrañados por la pregunta, todos respondieron indicándome que no.
Ese solo fue el primer paso de mis pesquisas, y una vez descartada la enfermedad, decidí buscar información relacionada con el tema en otros ámbitos.
Como creyente que una vez fui, intenté hallar una explicación mística. Decidí indagar practicando el recogimiento espiritual conforme a las normas religiosas. Meses de claustro no revelaron nada que explicara mi experiencia. Todo lo que encontré resultó ambiguo e infructuoso.
Recurrí al esoterismo. El abanico de posibilidades que se abrió para dar respuesta a mi experiencia fue abrumador, pero ninguna lo explicaba. Causándome la misma decepción que la vía religiosa.
Utilicé mi última carta, la medicina. En ese campo, no había duda alguna, mi experiencia era solo una cuestión fisiológica. Miguel, mi médico de cabecera, me explicó que los sueños siempre habían generado debates a lo largo de la historia. Decía que egipcios, asirios, griegos, tenían su teoría sobre ellos. Además, de los sueños siempre volvemos, me dijo guiñándome un ojo.
Admito que logró tranquilizarme durante un tiempo. Pero fue efímero. Algo en mi interior seguía repitiéndome que se equivocaban.
Y los años transcurrieron sin que pasara un solo día en el que no recodara lo que aquella voz me susurró al oído. Sin poder evitar el estremecimiento que me causaba los seres en pena que habitaban en aquel triste y marchito lugar.
Igualmente, me perturbaba la semejanza que se establecía con ciertas zonas de nuestro mundo y la morada de la muerte. Lugares donde la vida no tiene ningún valor y es arrebatada a las personas. Donde se muere solo por ser pobres. En aquellas tierras donde la guerra determina el futuro de una parte de la población. Allí donde se muere por enfermedades injustas de sufrir. Era aterrador establecer ese paralelismo.
Hoy estoy cansado y viejo. Sintiendo cada día más el peso del silencio que produce la soledad. A esa soledad con la que se condena a los viejos y a los muertos.
Salgo a la calle para evitar perder la cordura, pero me cuesta distinguir los sonidos de la vida que circula por ella. Todo me llega como un murmullo. La vista se turbia y todo se difumina. Regreso a casa todo lo rápido que mi desgastado cuerpo permite. Una vez dentro de mi piso me encuentro a salvo. Poco a poco me voy tranquilizando sentado en mi sillón, observando un cuadro que tengo en frente colgado en la pared. Un paisaje de campos de girasoles esta enmarcado en él. Me serena mirarlo a pesar de que el tiempo ha deteriorado los colores de esa pintura desdibujando el paisaje plasmado en él.
Y siempre después de estos episodios, cada vez más frecuentes, pienso que tendría que pedir cita al médico, o acudir a urgencias. Pero mis fuerzas flaquean, cada día me siento más débil. Si alguien pudiera ayudarme, algún vecino, pero en este maldito edificio parece que nadie viviera en él. Nunca me cruzo con nadie en las escaleras, en el ascensor…o tal vez sí y no lo recuerdo, mi memoria cada día es más porosa. Quizás esté dramatizando, pero me encuentro tan impotente. Nadie me visita, ni siquiera mi familia. Nunca suena el teléfono. No se les puede culpar, la edad nos convierte en un lastre para los jóvenes, siempre ha sido así.
Esta vez, será distinta. Si mañana me encuentro animado iré al ambulatorio. Pero todo parece contrariarme. Llevamos semanas en las que los días amanecen grises, como si fuera a llover de un momento a otro. No hace frío ni calor, pero todo está tan gris… tan silencioso.
A veces, temiendo a la muerte, la vida se nos va sin vivirla.
Con este microrrelato pretendo rendir homenaje al legado de dos autores que marcaron una parte importante de mi juventud. Agradecerles también aquellas noches inquietas al descubrir en sus novelas y relatos el terror más inconcebible, y descubrir la expresión escrita del amor más hermosa en sus rimas. He tenido la osadía de intentar dicho homenaje utilizando el estilo de su prosa. Sé que me perdonareis dicho acto porque no soy escritor, solo soy una persona más que escribe y desea transmitiros una emoción personal.
Edición gráfica: Luis y Pedro Segura
La cálida brisa de una primavera marchita mecía el cabello oscuro y rizado de aquel hombre de tez pálida que observaba a través de la ventana el vuelo de las golondrinas. El gorjeo encadenado que estas aves cantarinas emitían le evocó recuerdos de un amor lejano. De una dicha de las que fueron testigos pero que nunca volverá. Recordó que en tiempos pasados plasmó este mismo pensamiento en un poema, y que, sin ser consciente, enalteció a dichas aves encadenándolas para toda la eternidad a una emoción transformadora: el amor. Se estremeció suspirando por ella. Un hombre que a pesar de sobrevivir en un monte plagado de ánimas continuaba temiendo más al amor no correspondido que a los espectros. El largo y angustiado maullido de un félido negro como el azabache le apartó de su absorción. Con la mirada siguió el majestuoso caminar de ese intruso animal que, con la gracia de la que están dotados los felinos, subió a una mesa que se hallaba casi oculta en el ángulo más oscuro del salón, donde reposaba un Arpa que el tiempo y el olvido había cubierto de polvo. Sobre la mesa, un hombre que portaba una extraña vestimenta escribía frenéticamente a la luz de una vela posada a su diestra. Era delgado y de porte enfermizo. Visiblemente alterado, levantaba su cabeza y miraba a su alrededor. Se mostraba temeroso. Como si huyera de alguien o de…algo. Repentinamente la llama de la vela osciló revelando el rostro angustiado del singular personaje. Proyectando tras él, una sombra danzarina en la pared con la forma de una siniestra ave, la de un cuervo.
Levantó la mirada, parecía perturbado en la contemplación de algo que solo él podía ver. Su mano derecha se posó en el lado izquierdo de su pecho tratando de aplacar el latido constante de su corazón delator. Una palpitación provocada por la contemplación de una presencia que se manifestó en medio del salón. Allí estaba de nuevo ella, Eleonor, su amor perdido. Con los brazos extendidos hacia él pidiéndole auxilio. En medio de la nada, desamparada y sola. También él estaba marcado por las cicatrices del amor y de lo oculto. Testigo de los últimos días de su amigo Rodrigo Usher y el derrumbe de su dinastía. Y lo que sus ojos contemplaron fue lo imposible. Pero al igual que su homónimo temía más al desamor que a lo desconocido. La melodía desafinada de un órgano se extendió por todo el salón. La danza macabra de unas sombras amenazantes giraba alrededor de aquellos dos personajes de un tiempo distante, pero unidos por una sola alma. Los quejidos delirantes provenientes de la profunda oscuridad que envolvía todo el lugar formaron una siniestra banda sonora. Visiones aterradoras se revelaron. Ánimas, fantasmas, que solo anidaban en la dimensión que sus mentes crearon se mostraron por todo el recinto. Cuartillas de papel con versos, poemas y relatos que sus plumas plasmaron con verbo exquisito flotaban en el aire. Ellos parecían ajenos a todo cuanto sucedía a su alrededor, mientras un espectáculo de luces y sombras llenaba el recinto, esparciéndose y fundiéndose con el entorno. En ese instante comprendieron que nuevamente habían sido convocados por el recuerdo de aquellos que no están en su plano. Por las emociones provocadas al recitar uno de sus poemas o leer uno de sus relatos. Regresando para continuar con la labor que en vida emprendieron, tratando de acabar su obra infinita. Y en aquel lugar donde todo es posible, donde todo es ajeno e indiferente y el ayer, el hoy o el mañana, es solo un adverbio de tiempo, se produjo una cita con lo improbable y una certeza innegable. Sin nuestros recuerdos…
…Vive en un lugar entre el todo y la nada. Intangible, impasible y expectante, aguardando su momento se presenta en silencio. Por una decisión, por una imposición, pero siempre por invocación. No es de ningún lugar y está presente en todas partes. En los campos desiertos, en los pueblos olvidados, en las casas abandonadas (desahuciadas). Transita por las grandes avenidas mezclándose entre el gentío. Visita a los que sufren en las habitaciones de los hospitales, en las celdas de los condenados, sin importarle su condición. Aliada de la pobreza y la desdicha, de la alegría y la esperanza. Antesala de los sueños y las quimeras, motor de las revoluciones. Forjada por la alquimia de nuestras emociones. Sin ella, nada sería lo que hoy somos. Le debemos tanto… Es temida, repudiada y estigmatizada por un sistema que nos ha convencido de que ella es un sinónimo de muerte. Un sistema que ha sustituido la música por el ruido. Las palabras por la verborrea. Los juicios por las redes sociales. El bienestar por la economía. Un sistema que nos ha obligado a vivir huyendo de ella. Ignorando que ella es una compañera eterna. Que convive con nosotros desde antes de nacer y quien sabe si más allá de nuestra existencia. Es un derecho que tenemos como seres únicos. Un espacio vital para el pensamiento libre, para la contemplación de nuestros éxitos y fracasos. Un espejo que refleja nuestra verdadera faz. Sin máscaras, sin engaños. Nadie escapa de ella, porque ella es… la soledad.
Tan solo vivió seis días. Sus restos fueron hallados en Alaska, por un grupo de investigadores. Era una bebé humana de 11.500 años de antigüedad perteneciente a un grupo de humanos desconocidos hasta ahora en el continente americano, y obliga, una vez más, a reescribir una parte de nuestra historia. Especialmente, la que concierne a los ancestros nativos americanos tal y como indicó el profesor Willersley a la BBC.
Siguiendo la línea de investigación de Willersley, se trataba de un grupo de humanos que migró en oleada desde Siberia gracias a que el nivel del mar en aquella época era más bajo.
La comunidad indígena local le puso el nombre de “Xach’itee’aanenh téede gay” que significa “Niña del amanecer”, hermoso y triste a la vez.
Su vida en aquel mundo tan lejano y lleno de contrastes fue efímera, y esto es triste. Pero nos ha entregado un legado que en parte revoluciona nuestra historia, y esto, es hermoso.
A parte de la transcendencia del descubrimiento también hay algo a destacar, y que, casi siempre obviamos en este tipo de hallazgos, es el mensaje entre líneas. Un mensaje que nos debería cuestionar si somos realmente tan diferentes unos de otros ¿Tal vez esa diferencia esté causada por nuestro modelo cultural? Es evidente que existe diferencias entre etnias ¿pero son insalvables o solo son productos de nuestra cultura?
El llanto de un bebé interrumpe mi escrito. Está amaneciendo, y seguramente, el bebé que llora lo hace porque desea comer. Me pregunto si “La niña del amanecer” lloró cada mañana durante su corta vida por el mismo motivo. Seguramente sí que lo haría, aunque fuera tan distinta a nosotros.
Como he dicho antes, en esta parte del planeta en la que vivo comienza un nuevo día, mientras que casi la otra mitad está sumida en la noche nosotros contemplamos un nuevo amanecer. Y es paradójico porque cada día que transcurre es un día menos del resto de nuestras vidas, sin embargo, es un paso hacia el futuro y a la ilusión.
Asumir esta sencilla regla no significa resignación. No tiene nada que ver. Hace referencia a un mensaje que en ocasiones puntuales y desde tiempos remotos se ha repetido como un mantra: carpe diem.
Soy el primero en reconocer que, como pensamiento o deseo está bien, pero como realidad es difícil. En un mundo desequilibrado por guerras, políticas, desastres ambientales, etc., casi resulta pedante realizar esta exposición. Aunque en el fondo todos sabemos que esa debería ser nuestra política universal. Y buscar más en lo que nos une que en lo que nos separa.
Si nuestros ancestros provenían de un mismo lugar, no somos tan diferentes a los del otro lado de la Tierra. Nuestras diferencias están originadas por el asentamiento en una zona determinada, la mezcla con otras razas, el desarrollo cultural propio, las invasiones, las colonizaciones y, las guerras (la política).
La historia, y es por todos conocido, está manipulada. Tergiversada por aquellos que la han escrito dictada por los vencedores, implantando en cualquier acontecimiento su propia ideología en beneficio a los intereses de grupos afines a la misma.
Y esto nos lleva a una conclusión, una gran parte de lo que somos esta cimentado por la mentira. Nuestros valores están fundamentados en una historia deformada de los acontecimientos ocurridos antaño y que hoy justifican con políticas que dictan leyes restrictivas esclavizándonos y separándonos cada vez más a unos de otros.
Existe una obsesión en crear sociedades vacías (manipuladas) sin pensamientos individuales y desdichadamente, lo están logrando.
En la búsqueda de nuestros orígenes se han producido numerosos descubrimientos que contradicen muchos conceptos implantados por la política y la religión con referencia a la raza humana. Como dije antes, claro que uno tiene un color de piel distinto a otro, habla en otra lengua, otra cultura… pero la esencia es la misma, humanidad.
La humanidad que tiene sinónimos como sensibilidad, piedad, compasión, sufre de la misma forma en cualquier parte del planeta con situaciones injustas de cualquier índole. Pero una parte de ella es ignorada y despreciada por no tener afinidad con la otra parte por cuestiones esencialmente “políticas y religiosas”. Y es una práctica que funciona y se ha ido extrapolando por todo el mundo incluso en aquellos países que ignoran y desprecian. Con una finalidad política desestabilizar un equilibrio social que oculte su ineficacia como gobernantes.
Antes de ser contaminados por el sistema, hasta cierta edad, un niño no distingue a otro por su procedencia, lo hace por su comportamiento. Cuando crecemos, la educación tanto académica como familiar, influenciará nuestra visión ante los “diferentes”. Es un bucle letal que construye nuestras sociedades, nuestras políticas…nuestro futuro.
Los actos naturales, reír, llorar, amar, odiar, lo ejecutamos de la misma manera. Son los motivos por el que lo hacemos lo que provoca la diferencia. Cuando un niño llora porque se está muriendo de hambre no es el mismo que el niño que llora porque quiere comer.
Son las desigualdades que estamos provocando, no tan solo en otros países lejanos, sino también en los nuestros, las que anularan nuestras individualidades como personas y nuestros derechos. Nos obligaran acatar cualquier medida para subsistir. Lo harán sin demasiado esfuerzos ni costes porque llevan años planificándolo. Solo tenemos que ver la pasividad social, o en otras circunstancias, la violencia inusitada en determinadas situaciones y que son fomentadas por la política del sistema. Todo esto pone en riesgo nuestro futuro, no el de ellos.
Todo dependerá de nuestros pensamientos, actos, es decir de nosotros. A veces en la vida todo se basa en encajar. Hay situaciones que no comprendemos, creencias que no compartimos, lenguas que no entendemos, y ante esas diferencias naturales, la política crea barreras para no aceptarlas. Si en vez de trazar fronteras tratáramos esas diferencias, sin imposición de ningún tipo, como un intercambio de valores para encajarlo en nuestro modelo de sociedad nuestra visión sería más aperturista, sin tantos muros.
El sistema ha desviado nuestra atención hacia un escaparate virtual donde se proyecta una imagen distorsionada de la realidad. Cada vez vivimos más alejados de ella, aunque creamos lo contrario. Y muchos actúan, algunos conscientes y otros inconscientes, como sicarios. Creando círculos o grupos virtuales que son excluyentes con los que ellos tildan de diferentes o no gratos, a pesar de que lo único que hacen es dar su opinión o discrepar sobre determinadas cuestiones. Creo que no es necesario decir que excluyo aquellos indeseables que solo, como se dice actualmente, trolean para provocar enfrentamientos.
Por estas situaciones, y tantas otras que todos podemos observar, pienso que el sistema esta triunfando y no se detendrá hasta lograr su objetivo.
Sinceramente, si dejamos en manos de la política (políticos) los problemas sociales, y no actuamos con el sentido común, estamos condenados.
Dentro de unas horas amanecerá en el otro extremo. Y el silencio del alba se romperá por el llanto de un niño…
El 31 de marzo de 1922 un terrible suceso conmocionó la aldea de Kaifeck en Alemania. Los hechos se produjeron en el interior de una granja retirada de la aldea, oculta entre los bosques y situada a unos 51 km de Múnich. Los lugareños la conocían con el nombre de Hinterkaifeck para señalar la ubicación exacta de la granja, el prefijo “Hinter” significa detrás (Detrás de Kaifeck). En ella habitaba una familia…
Andreas Gruber de 63 años y su esposa Cazilia de 72, junto con su hija viuda, Victoria Gabriel y los hijos de esta: Cazilla de 7 años y Josef de 2 años, así como María Baumgartner la ama de llaves que vivía con ellos fueron brutalmente asesinados. No fueron hallados hasta cuatro días después, el 4 de abril de 1922 por Lorenz Schlittenbauer, Michael Pöll y Jakob Sigl, vecinos próximos a la granja.
Las investigaciones policiales determinaron que todas las víctimas fueron asesinadas en la propiedad con una Azada. Los cadáveres del matrimonio, su hija Victoria y su nieta Cázilia fueron localizados en el granero ocultos con heno y una puerta. El cadáver de Victoria presentaba más de nueve heridas en la cabeza y en el cuello, mostrando un especial ensañamiento sobre ella. Tal y como se indicó en el informe forense el 4 de octubre del mismo año.
El ama de llaves yacía muerta en su habitación cubierta con una manta, y el pequeño Josef en su cuna en el dormitorio de su madre Victoria, tapado con una falda de su madre. Su cráneo había sido aplastado. Georg Reingruber, inspector del Departamento de Policía de Múnich, declaró que nunca había visto una escena criminal tan horrible.
Las inspecciones realizadas en el interior de la vivienda encontraron en el interior del armario de Victoria objetos de valor como varias monedas de oro y de plata, dos anillos de oro y un reloj de plata de caballero. Encima de la cama había ropa, una libreta, una billetera vacía y un reloj de señora que podrían haber sido extraídos del interior de su armario.
Otro hecho, tan insólito como el anterior, fue que durante los días posteriores al asesinato las tareas propias de la granja estuvieron atendidas. Los animales fueron alimentados, incluso la chimenea de la casa fue encendida, creando una falsa apariencia de normalidad.
Ésta fue una de las causas por las que a nadie les extrañó no ver a ningún miembro de la familia por la aldea, pero existieron otras.
SECRETOS DE FAMILIA
En la aldea, la familia Gruber no gozaba de buena reputación. Andreas Gruber y su hija Victoria, años atrás fueron acusados de un delito de sangre. Una acusación que no se pudo demostrar y quedaron absueltos. Tiempo después un escabroso suceso volvería a ensombrecer la reputación de la familia.
Una criada de la familia denunció al padre y a la hija al sorprenderlos, según ella, manteniendo relaciones sexuales en el granero. Andreas Gruber fue acusado de mantener una relación incestuosa con su hija, y según los autos, la mantenían desde los 16 años. En 1917 fueron condenados a prisión de un año para Andreas y de un mes para su hija.
A raíz de ello las sospechas de que Josef, uno de los hijos de Victoria, era fruto de la relación entre padre e hija acrecentaron el rechazo de la comunidad hacia la familia y en particular hacia el padre y la hija.
Sin embargo, y antes de que se produjera la denuncia por incesto, existía un litigio contra un tal Lorenz Schlittenbauer (vecino y descubridor junto con otros de los cadáveres) a quien la familia Gruber le atribuía la paternidad de Josef. En el certificado de nacimiento de Josef se había inscrito las iniciales L.S. como su padre (Lorenz Schlittenbauer). Lorenz en un principio negó la paternidad, pero posteriormente la reconoció, y tiempo después volvió a negarla. A pesar de todo esto, la mayoría de sus vecinos no dejaron de recelar de la familia y despreciaban a Andreas por inmoral.
Esta situación provocó que, con el transcurso de los años, la familia se aislara, y el contacto con sus vecinos fuera mínimo. Pero por motivos de abastecimiento y trabajo, Andreas Gruber estaba obligado a visitar la aldea con más frecuencia de la deseada. Y una mañana, días antes del magnicidio, Andreas bajó a la aldea. Aquella noche había caído una intensa nevada y ante el temor de quedar aislado, esta vez por la nieve, decidió provisionarse, pero Andreas halló algo que le inquietó…
HUELLAS EN LA NIEVE
Los testimonios posteriores de las personas que aquella mañana del mes de marzo de 1922 hablaron con él, afirmaban que le encontraron muy alterado. El motivo era el descubrimiento de unas huellas extrañas en la nieve. Pisadas que salían del bosque y terminaban justo en el porche de su casa.
No obstante, no era lo único que turbaba a Andreas. Tiempo atrás, ya habló de sonidos de pasos en el ático de la granja con el ferretero del pueblo. Y que cuando subía para inspeccionar no había nadie. También de que una mañana, en el interior de la vivienda, encontró un periódico que nadie había comprado.
Asimismo, los vecinos indicaron a la policía que, meses antes, la criada se había marchado alegando que esa casa parecía estar endemoniada. Aunque la mayoría creían que era una excusa de la criada para alejarse de la familia.
A pesar de todo, el pensamiento unánime era que el aislamiento estaba afectándole, y su cordura comenzaba a quebrarse. Pero cuando días posteriores a estas confesiones se produjo el asesinato…el miedo se extendió por toda la aldea.
Lo que Andreas comentó, eran indicios de que algo terrible estaba a punto de suceder y no era producto de una mente desequilibrada.
LA INVESTIGACIÓN
Todas las evidencias apuntaban a un tipo de crimen selectivo, salvo el asesinato de la malograda criada que había llegado a la casa, esa misma tarde, contratada por la familia. Un factor para tener en cuenta es la época en la que se produjeron los homicidios. Los procedimientos policiales eran distintos. Las técnicas, así como los medios de investigaciones eran precarios, pero las pruebas eran contundentes para afirmar esta hipótesis, aunque no conducían a ningún culpable, y todos en la aldea eran potencialmente sospechosos.
El ambiente entre los habitantes era tenso, y comenzaron a iniciar batidas por el bosque ante la posibilidad de que el asesino merodease por la zona o estuviera escondido. Como era de esperar la búsqueda resultó infructuosa. Y no pasó mucho tiempo en el que los vecinos se acusaran unos a otros del crimen.
La policía no era ajena a la posibilidad de que la situación se descontrolase y se provocaran altercados más graves que la mera acusación entre vecinos. Y decidieron cerrar el caso provisionalmente alegando que, a pesar de que no sustrajeron nada de valor tal y como anteriormente se describe en el informe policial, el móvil del asesinato fue un robo.
Los ánimos se fueron calmando, las indagaciones continuaron y el caso se fue olvidando en el tiempo. Años después estalló la guerra.
Pero un caso como este, era de justicia saber las razones de ese horrendo crimen. Por ello, y casi un siglo después, Hans Richter inició una metódica investigación con la intención de plasmar una imagen fiel de los hechos y de las víctimas.
El tiempo transcurrido era obviamente un obstáculo. Estas indagaciones datan de 1952, y también durante la Segunda Guerra Mundial muchas pruebas fueron destruidas. No obstante, el investigador consigue con la documentación oficial disponible del caso, y que podéis consultar en este enlace http://www.hinterkaifeck-mord.de/index.html, elaborar una escenografía más objetiva del crimen. Revelándonos datos desconocidos hasta la fecha. Algunos de ellos, desconcertantes.
La policía tras cuatro semanas de investigaciones intensivas, en las que muchas personas sospechosas de la aldea y cercanías fueron interrogadas, arrestadas y posteriormente liberadas por falta de pruebas, decidió recurrir a Miss Bü y Miss Jü, clarividentes, para intentar resolver el crimen. Y al parecer era una colaboración habitual que la policía utilizaba en sus investigaciones en aquella época y en esa zona. Desgraciadamente tampoco ellos pudieron aportar nada en la investigación del suceso.
Por otra parte, y según este informe, nos indica que se practicaron dos autopsias a las víctimas. La primera, fue realizada por el Dr. Neuburguer Landgerichtsarzt y el Dr. Johann Baptist Aumüller. La segunda por el Profesor Hermann Merkel del instituto forense de Múnich, considerado como uno de los forenses más importante de la época. Sin embargo, de esta segunda autopsia no hay copia del informe en los archivos del Instituto de Medicina Legal de Múnich. Un dato que podría explicar las discrepancias que surgieron entre el fiscal Renner y el inspector jefe Martin Riedmayr.
En el informe del fiscal se detallaba que el cuerpo de Victoria presentaba signos de violación, mientras que el inspector jefe omitía ese dato en su informe. En lo que si fueron coincidentes era en la crueldad del asesino con Victoria.
Las armas homicidas se encontraron un año después cuando se derribó la granja de la familia. La azada, que fue el arma principal, en el falso techo de la casa, y la segunda, una navaja de bolsillo, entre el heno.
En estos informes se plantea desde la posibilidad de un móvil político hasta la venganza de un “difunto”.
Victoria era viuda de Karl Gabriel, un soldado caído durante la Primera Guerra Mundial. Ella nunca recibió el cadáver de su esposo, aunque sus compañeros de trincheras aseguraban haber visto su cuerpo sin vida. Pero nunca fue hallado, y existían rumores de que no hubiera muerto y que, al descubrir el supuesto romance de su mujer con Lorenz, premeditara y posteriormente cometiera el asesinato ensañándose con ella.
También se barajó la posibilidad de que el asesino fuera Joseph Bärtl, un enfermo mental que fue panadero en la aldea y que en 1921 se fugó del internado y continuaba prófugo.
Esto es un resumen muy breve de una parte de la investigación. Para ampliar todos los detalles de esta elaborada investigación tenéis el enlace también a pie de página.
CONCLUSIÓN
Un caso olvidado y como tantos otros sin resolver. Ocurrido en una época distante pero no tan diferente de los que actualmente se producen en cualquier parte de nuestro globo. Y posiblemente, exista esa semejanza, porque está en la naturaleza del ser humano lo que habitualmente conocemos con el término de maldad.
Esa perversidad que encontramos en los actos que diariamente se producen en el mundo, conocedores de ellos por las noticias que los medios informativos divulgan, presentándose con formas muy diversas y que, en muchas ocasiones, no deparamos en ella porque nuestra atención es desviada por aquellos actos en los que la violencia es explícita.
Es un tipo de maldad y violencia, menos impactante y silenciosa, ejercida sobre determinados colectivos sociales que, amparada por leyes políticas, los condenan a una muerte lenta. Actos ejecutados por personas perfectamente conscientes de lo que causa y sin ningún tipo de escrúpulos.
El resultado es el mismo, la diferencia está en la sutileza de la ejecución.
Sí, soy consciente de que hablo de extremos opuestos, pero creo que son paralelos con el concepto de maldad y por eso hago ese símil.
Y para no desviarme del tema y terminar, agradecer a esos investigadores casi anónimos por el gran público pero que, interesados por el factor humano del mismo, han recopilado suficientes datos para poder divulgar este caso con más profundidad y objetividad.
Ya que muy pocos extrañaron a la familia en vida y, seguramente, muy pocos les lloraron cuando dejaron de existir.
Autor: Pedro Segura – llenodestrellas.com –
FOTOGRAFÍAS DE LA ESCENA DEL CRIMEN
Estas son las únicas cinco fotografías oficiales del caso. Y están disponibles con más detalles en la página del autor.
FOTO 1. La granja donde vivían la familia. En la foto aparece numerada por el autor las estancias de la granja. 1. La sala de estar. 2. El dormitorio de Victoria. 3. La cuadra. 4. El granero.
FOTO2. Los cadáveres del matrimonio. El resto están ocultos por el heno.FOTO 3. Otra imagen de los cadáveres.
FOTO 4. El cuerpo sin vida de la criada yace en el suelo de su habitación.
FOTO 5. La cuna donde yacía Josef brutalmente asesinado en la habitación de su madre.